viernes, 28 de septiembre de 2012

El suplemento cultural vivo, más viejo del país, se hace en Tijuana, cada semana y de manera ininterrumpida, desde 1959.


EL SUPLEMENTO CULTURAL MÁS ANTIGUO DEL PAÍS


Portada del suplemento Identidad. Número 2048 del 23 de septiembre 2012



Jaime Cháidez no termina de entender que alguien se interese en su trayectoria, en lo que hace. Lo expresa con humildad, en un tono de voz suave y amigable, aunque lleno de intriga. Es un hombre sencillo que siempre trata de pasar inadvertido, a pesar de que dirige el suplemento cultural vivo más viejo del país: "Identidad", impreso por el periódico El Mexicano en Tijuana.

Jaime es bromista y muy jovial. Dueño de un humor muy fino: "Yo no puedo tomar un café sin sarcasmo. La ironía es mi azúcar". Dice que una de sus principales preocupaciones como director de "Identidad" es que los autores, artistas, actores y bailarines consigan un espacio para poder presentar su trabajo en Tijuana. Cuando lo consigue, se siente satisfecho:

-- Este tipo de cosas son las que me gusta que sucedan con el suplemento, que sirva como jalón de orejas para los promotores. Ese es el espíritu que me heredó el profesor Rubén Vizcaíno [director fundador del suplemento cultural de El Mexicano].

Y luego de dar una mordida al apetitoso baguette de arrachera que sirven en la cafetería del Centro Cultural Tijuana (Cecut), donde platicamos, Jaime continúa:

-- El suplemento nació en 1959, el mismo año en que yo nací, sólo unas semanas después de que se fundara el periódico El Mexicano. Tuvo varios nom- bres; pero, a finales de los años setenta, es decir hace aproximadamente 40 años, el suplemento tomó el nombre de "Identidad". Es sin duda el más antiguo suplemento cultural que tiene México. Esto me lo confirmó Humberto Musacchio en 2010.

El autor intelectual de "Identidad", pero también del episodio cultural que envuelve desde hace décadas a Tijuana e, incluso, de que se construyera el centro cultural en el que estamos, fue el profesor Rubén Vizcaíno Valencia. Un personaje entrañable para la ciudad. Aunque nació en Comala, Colima, en 1919, trabajó la mayor parte de su vida en la Universidad Autónoma de Baja California. Fue director de Acción Cívica y Cultural en el ayuntamiento local y creó la corresponsalía del Seminario de Cultura Mexicana hace casi 50 años. El periodismo era sólo una extensión de su infatigable y bien lograda labor como promotor cultural.

-- Fue un hombre muy generoso -recuerda Cháidez-, que murió sin tener dinero. Sin embargo, su legado se halla en la Universidad, en sus libros, en sus cartas y en las actividades culturales que fundó y que hasta hoy continúan. Su oficina de trabajo era el Hotel Nelson. Ahí se le podía encontrar en cualquier momento, y siempre organizando alguna nueva actividad de arte. Sucedió que mis primeros 20 años de periodismo fueron los últimos 20 años de él. Así se cruzaron nuestras vidas.

Jaime Cháidez estudió periodismo en la ENEP Aragón, de la UNAM, en el área conurbada de la Ciudad de México. Regresó a Tijuana el 31 de mayo de 1984, fecha indeleble en su memoria pues coincidió, dice, con la última torta que disfrutaba en la capital del país, y con la muerte de Manuel Buendía. Al regresar a Tijuana, su ciudad natal, lo único que hizo desde el primer momento fue periodismo cultural. Aunque llegó a escribir crónicas de box para la fuente de deportes, orgulloso comenta que "una buena crónica de box es un buen modo de hacer literatura". No obstante, su principal interés siempre ha sido la cultura. Recibió su primer cheque en 1984 en el semanario Zeta, liderado por Jesús Blancornelas y Héctor Gato Félix. Pero con quien está realmente agradecido por el conocimiento heredado es con el maestro Rubén Vizcaíno Valencia. Y es que la perseverancia tanto de este hombre -que durante 50 años formó parte de la ciudad y de su desarrollo cultural- como de Cháidez es lo que le ha dado largo aliento a "Identidad".

-- La terquedad de Vizcaíno y luego la mía, cuando se aprovecha, se vuelve positiva -dice entusiasmado Cháidez, más satisfecho con las anécdotas que cuenta que con el platillo de arrachera que, después de más de media hora, continúa con tres cuartos de vida-. El perseverante tiene paciencia, no se cansa, lo intenta de nuevo, no se desespera y tarde que temprano lo logra. Muchos de los proyectos del profe se explican por su generosidad con los artistas. A todos les decía: "¡Adelante, maestro, adelante! ¡Escriba! ¡Dance! ¡Baile! ¡Hágalo!" Aunque por supuesto también tenía su lado negativo: era lacerante, hiriente; podía ser despiadado en sus comentarios y en sus críticas. Era muy visceral. Y nunca se le quitó de la piel el logotipo del PRI. En los años cincuenta fue un activista político priista. Siempre en aras de beneficiar a la comunidad, lograr teatros, centros o, como sucedió, una Facultad de Humanidades.

A pesar de que el periódico El Mexicano siempre ha sido de corte priista, "Identidad" ha subsistido como una extensión independiente del diario. Vizcaíno, desde que fundó el suplemento, le dio voz a muchos escritores. Federico Campbell, Luis Humberto Crosthwaite, Roberto Castillo Uriarte, Rosina Conde pasaron por sus páginas. Y ya con Cháidez al frente, la tradición continuó: por aquí han pasado, por ejemplo, las plumas de Heriberto Yépez y Gabriel Trujillo.

-- El profe Vizcaíno murió a los 84 años [el 30 de junio de 2004], entonces todos los que lo conocimos coincidimos en que se le debía hacer un homenaje. Por eso, en uno de los patios del Cecut, se levantó una escultura suya, la única de un tijuanense [en este caso por adopción] en la ciudad. Es de tamaño natural. Pero no se trata sólo de una escultura, sino lo que se pretende es tener en este lugar, una vez al mes, actividades artísticas, talleres de poesía, conciertos...

Además, cada año se realizan las Jornadas Vizcaínas, un festival que dura una semana, programado para conmemorar el natalicio del fundador del suplemento "Identidad", a partir del 11 de septiembre.

-- Seré un poco romántico, pero estoy seguro que este año Rubén Vizcaíno organizó las jornadas desde el más allá -dice Jaime con mucha emoción y una sonrisa que rodea su rostro.


Indefinible.



"Tijuana es como las coladeras", repite Jaime Cháidez Bonilla. La frase-manifiesto es inspirada por la fotografía de una alcantarilla, tomada por Alfonso Lorenzana y estampada en una taza en la tienda de souvenirs del Centro Cultural Tijuana, mejor conocido por su acrónimo: Cecut, o por su apodo: La Bola.

-- La frontera mexicana es una especie de tapete donde se esconden muchos de nuestros defectos -delinea Cháidez Bonilla-, el filtro donde se atoran los desahuciados, la desesperanza, el último recurso... Tijuana, en imagen del enigmático fotógrafo Alfonso Lorenzana, es una alcantarilla municipal que nos identifica a todos los que vivimos en el límite de una patria con olor a sangre. Tijuana es lo que es, muchas definiciones, y ésta, de ella como el filtro de lo que se arrastra en el suelo, es una más.

Al andar la ciudad, al empezar a conocerla apenas, se nota el auge cultural que ha tenido. Tijuana es ya reconocida como un centro de vanguardia cultural en México, es identificada incluso como una de las ocho nuevas mecas de la cultura en el mundo. Dice una nota publicada por la revista estadounidense Newsweek: "La ciudad de Tijuana ganó una reputación que va más allá del tequila y los burdeles, entregando a su gente la libertad de explorar. Tijuana se encuentra en medio de un florecimiento artístico en el cual los autores reinventan el hibridaje cultural de la ciudad".

Jaime Cháidez la detalla: "Tijuana es exótica, reciclable, exuberante. No se la puede describir con sólo una palabra. Es como una muñeca fea: algo tiene que todos quieren estar con ella". Y luego comparte entusiasmado su deseo de editar un libro que reúna frases de muchos autores y artistas que han intentado describir o definir a Tijuana. Como aquella del escritor Juan Villoro: "Tijuana es hoy la frontera más cruzada del mundo, la orilla emblemática de la Aldea Global, donde el paisaje cambia como si respondiera al zapping de la televisión, que trafica con realidades y deseos".

Tener la frontera tan cerca ha influido en las representaciones artísticas. Tanto el paso del migrante como del narcotráfico se ven reflejados en las expresiones creativas y en la cultura. Tijuana es hoy uno de los tres municipios más poblados del país, sólo después de Ecatepec, Estado de México, y de la Delegación Iztapalapa, en el Distrito Federal. Por lo tanto, se antoja como una labor desmesurada el fomentar la cultura en este lugar. De ahí el valor del legado del maestro Rubén Vizcaíno Valencia.





Publicado en:
El Financiero, Sección Cultural
Viernes, 28 de septiembre de 2012
México, D.F.

Jaime Cháidez junto a Rubén Vizcaíno en el Cecut

viernes, 14 de septiembre de 2012

La casa de Doña Lupe


La ruta del vino en Ensenada

Publicado en: El Presente, periódico quincenal en Querétaro

A la orilla de la carretera un letrero con una flecha, señala a la derecha:
L.A. Cetto y La casa de Doña Lupe



Luego de una visita guiada y una degustación de cortesía en la casa productora de vinos L.A. Cetto, la más grande y reconocida de México con 246 premios internacionales, el camino de tierra avanza hacia la casa de Doña Lupe. Una casa productora independiente de vino orgánico y casero, dónde además se pueden encontrar mermeladas, chiles, aceites, aceitunas y una extraña pero deliciosa mezcla de chocolate con chipotle.




Doña Lupe tiene rasgos delicados, unas tenues manchitas en su piel, como lunares pequeñitos que le decoran el rostro y los brazos desnudos. Sus ropas estilo menonita y su piel blanca no permiten adivinar la edad que bien pudieran ser sesenta o setenta años. Sus gestos quieren iluminar una sonrisa, pareciera que sonríe mucho o que quisiera hacerlo pero solo al observar la amabilidad con la que se dirige a sus clientes, se le escapa alguna pequeña de repente. Su paso lento te invita a la cortesía de abrirle la puerta y cederle el paso. En su tienda el: "Doña Lupe", se dibuja por cada esquina, y fotos de ella con el mismo sombrero con el que camina en su tienda, etiquetan sus productos.
Ocasionalmente sale por la puerta de madera detrás del mostrador para hacer un recorrido entre las mesas con sus clientes y preguntarles si están a gusto. La terraza afuera es amplia. Unas 30 mesas aproximadamente se esparcen como sal en el espacio. Una sombra artificial para esconderse del sol se extiende sobre el lugar donde, luego de un par de escalones, las mesas ya están sobre la tierra. Desde ese sitio se ve la casa amarilla con naranja y del otro lado las vides que aceptan más humildes la fotosíntesis que para las tres de la tarde, amenaza a las pieles más delicadas. En el interior, las empleadas ofrecen probar las mermeladas; en el exterior un joven invita una degustación de vinos de la casa en vasos pequeños; adentro los anaqueles con los artículos, afuera los contenedores ya vacíos y los comensales satisfechos. Se respira tranquilidad y se antojan las hamacas. El lugar se encuentra en uno de los tantos brazos de la ruta del vino que se extiende como río en Ensenada, el municipio más grande de México con 52 mil Kilómetros cuadrados, y ahí los visitantes se sientan a decantar el cansancio y el vino artesanal ligero acompañado de quesos, pan y pizza, de la casa también.



Doña Lupe tiene 12 años con su negocio y a pesar de tener una “empresa pequeña, con 30 hectáreas y 30 empleados”, no aspira a grandes producciones. Comparte la dueña con timidez y voz baja, distinto al acento de tono elevado que mastican los norteños.
La casa de Doña Lupe no exporta todavía pero, vende al año, alrededor de 500 toneladas de uva a las vinícolas Domeq y a L.A Cetto. El proceso ha sido lento pero avanza. Los resultados de la vid no son instantáneos. Las etapas de fermentación y añejamiento necesitan tiempo. El sabor afrutado, dulce y rústico del vino de esta casa advierte lo artesanal que, no por lo casero, pierde cualidades; al contrario, son vinos ligeros que crean empatía con los paladares a los que otro tipo de vinos ofenden.
Las pequeñas casas de producción artesanal en Ensenada son ya un número abundante. Rebeca, residente de Ensenada, asegura que muchas ocasiones a los jóvenes se les antoja comenzar a producir y levantan un pequeño negocio. En la ruta del vino son ya alrededor de 65 las vitivinícolas más representativas que bañan de este fruto los valles de Guadalupe, Santo Tomás, de las Palmas, Calafia, San Antonio de las Minas y San Vicente Ferrer. En toda esta zona el olor de la uva fermentada y los frutos, la madera y el aroma ahumado emanan de las copas para perfumar los espacios.