jueves, 7 de febrero de 2013

Aguerrida Buenaventura

Contar la historia de Buenaventura, en Colombia, no es fácil, cada testimonio es aún más estremecedor que el anterior y cada personaje tiene aún más miedo de hablar, porque las amenazas no rondan al municipio de Buenaventura en vano. Las desapariciones comenzaron a aumentar luego de que se detectó que los asesinatos eran demasiados.


"La riqueza que entra y sale de Buenaventura, nosotros sólo la olemos" 

por: Surya Lecona Moctezuma

Uno de los líderes de las comunas 6 y 12 en Buenaventura (del cuál por seguridad se reserva su identidad) expone distintos casos en los que las familias encuentran a sus hijos, padres o conocidos masacrados, torturados con ácido o motosierras y luego para “no dejar rastro” los victimarios lanzan los cuerpos al mar o a los esteros de los ríos. Él mismo estima de 3 a 4 desaparecidos por día en Buenaventura.

El líder de estas comunas denuncia los atropellos cometidos en contra de la comunidad para desalojar las tierras: “La raíz del desplazamiento y las desapariciones son: el narcotráfico, los paramilitares y grupos armados que, con sus actividades ilícitas para el lavado de dinero, se apoderan del territorio construyendo patios de carbón y de contenedores desalojando a las comunidades”. Sin dejar de hablar, saca de su portafolio algunos documentos que prueban todas estas irregularidades, entre ellos títulos falsos con los que amenazan a la población para que salga huyendo: “Nosotros hemos tenido que ser investigadores y detectives. Y hemos encontrado irregularidades firmadas por  autoridades y hemos atinado también a que para conseguir algunas firmas han resucitado gente.” Continúa, y luego hace una pausa filtrando los documentos certificados por diferentes entidades legales que inculpan a las distintas jurisdicciones oficiales. "La riqueza de Buenaventura, nosotros sólo la olemos". Y riendo irónico suelta esta última frase.

La comunidad afrocolombiana en el municipio es mayoría. Buenaventura tiene un total de 362 mil habitantes de los cuales el 88 por ciento es afro. Es decir, desde tiempos de la esclavitud o más allá de 3 generaciones que habitan el territorio desde 1950, según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), Buenaventura se convirtió en el principal puerto colombiano donde se concentra el mayor volumen de carga exportadora e importadora del país.

La riqueza del puerto es inconmensurable, junto con la minería y el oro se vislumbra el potencial tan amplio de un territorio ya en disputa por empresas y grupos armados que se dieron cuenta de la abundante aptitud del puerto.




Oscar Yañez, a quién se modifica el nombre por seguridad, es un joven líder de sus generaciones en el Municipio. Tiene a sus 34 años el ánimo de lucha tenuemente tatuado en sus gestos. Su voz se detiene en cada idea políticamente bien expresada. Comparte con otros líderes de “La playita”, uno de los 7 barrios de la comuna 4 y uno de los barrios más marginados de Buenaventura, además de la búsqueda de justicia, la solución para  detener la tropelía que envuelve a la ciudad en sus 12 comunas: “A mi novia la asesinaron el 3 de junio pasado, luego de recibir varias amenazas”, confiesa con la voz quebrada y bien disfrazada de la seguridad que empuña como galardón, símbolo de su dolor. Oscar, así como muchos habitantes han perdido a un ser querido en esta guerra. “En el puerto del “La playita” deben haber unos 800 cadáveres,  otros 300 o 400 en el Naya y en el estero de San Antero víctimas de todas nuestras masacres” continúa acariciando cada frase, pretendiendo que ningún detalle se quede en el aire.

Sólo los habitantes hablan con tanta certeza de las razones del desplazamiento. Ellos que han sido víctimas, ellos que no denuncian por miedo, ellos que mantienen en sus recuerdos la voz de una amenaza, los disparos latentes de un arma o el belicoso sonido de las motosierras. “La violencia viene de la mano con los proyectos y las multinacionales. El proyecto de TC Buen por ejemplo, que construyó su infraestructura sobre los barrios ya desplazados de la Inmaculada y Santa Cruz”, denuncia Yañez mientras se acomoda luego de un suspiro que descansa en su crónica.


El alcalde de Buenaventura, Bartolo Valencia, del Partido Liberal, no sonríe, pero es amable con quien lo aborda. Y tampoco canta el himno de su país ni el de su Municipio antes de las conferencias que dicta. Sólo se mantiene ahí inerte, contorneado por una camisa rosada y casual, el ceño fruncido y la mirada baja como meditando, resaltando la seriedad y el sosiego que mantiene con firmeza y que no se refleja en la comunidad que gobierna. “Durante los nueve primeros meses de 2012 Buenaventura fue el municipio más tranquilo del Valle. En Octubre empezó la violencia y empezaron los enfrentamientos en las comunas. Pero no hay que ver solo las cosas malas de la ciudad, acá vinieron en diciembre 37 mil turistas y no les paso nada, la violencia es por una guerra entre dos bandas, no hacia la comunidad…”, recomienda sin estimar la secuela de sus palabras en la población. Luego, a pesar de los rumores sobre las nuevas rutas del narcotráfico, confiesa confuso que nunca ha visto mexicanos o sabido de ellos.

Las historias sobre las nuevas rutas, sí las reconoce el Comandante de Guardacostas del Pacífico Carlos Delgado, ya que entre los 83 sumergibles que han incautado desde 1993 y las lanchas de alta velocidad, algunos fueron encontradas con tripulación de nacionalidad mexicana. Y no es difícil reconocer la procedencia porque el cargamento tiene identificado con sellos de bajo relieve las marcas de la banda a la que pertenece. Las embarcaciones las navegan de 4 a 5 personas y van alimentando el esquife en el camino acercándose a barcos pesqueros que venden el combustible de forma ilegal y triplicando el precio.

“¡Huuuuy! ¿Que en Buenaventura no pasa nada? Sólo es cosa de ver a nuestros niños jugar con palos a dispararse, o terminar a golpes luego de un partido de ajedrez. Ya están acostumbrados, son niños que ya están preparados para la guerra. El 98% de los pescadores artesanales son negros, y aquí en Buenaventura no hay representación,  por eso no hay políticos que nos protejan, al contrario.   ¿Pero denunciar?, ¡ni que me quisiera morir!”, exclama Héctor Córdoba pescador artesanal habitante de “La playita”, indignado por las atrocidades que los grupos armados siguen cometiendo día a día asesinando, reclutando, y violentando sus derechos humanos y continúa balbuceando sus quejas entre sus únicos dos dientes bajos que sobresalen en su rostro de piel de ébano brillante: “Nosotros fuimos a Bogotá a decir: ojalá, acá en el Pacífico, nos quiten 400 kilómetros de mar como en San Andrés a ver si el presidente Santos se fijaba en nosotros”, termina irónico y estalla en un juego de palabras e insultos ligeros al ritmo en que manotea por la inconformidad que le inspira lo que expresa en vocablos mal digeridos.

Hilario, mejor conocido como “El cholo” mira distinto. A diferencia de Oscar, él se distingue cansado y en su cuerpo y su piel se refleja esa debilidad. En su rostro redondo, sus párpados caen en olas sobre sus ojos con tristeza. Hilario lleva una vida de 58 años de lucha y humillación. “Aquí ya nadie quiere denunciar por temor, estamos en zona roja. La Policía a veces demora hasta una semana sin entrar a las calles y los periodistas sólo se ven cuando hay asesinatos”, su voz resignada y de tono bajo se queja mientras entrelaza sus manos nerviosas y continúa con la voz rasposa, fatigada también de arrastrar las vocales que le cuestan los recuerdos y fijando la mirada hacia un ángulo en una ventana, como si le llegara a la mente una anécdota de cada miembro de la comunidad dibujada en una propia. “A mí simplemente el año pasado me atracaron dos veces, iba a pescar, me encañonaron con armas largas, me robaron y finalmente me perdonaron la vida, pero no todos tienen la misma suerte. La playita es un barrio de pescadores y ya no es seguro salir a trabajar”, concluye bajando la vista exhausta sin hacer contacto y reclinando su espalda.


Por otro lado, el coronel Oscar Gómez de la Policía, se sabe de memoria la historia telenovelesca entre cada bando, la cantidad de miembros que tiene “La Empresa” y “Los Urabeños”, los alias de uno y de otro bando, las cantidades de plata que ofrecen a sus matones, los métodos de reclutamiento, los tipos de armas y los rencores que existen entre bandas. En todos los diarios locales ha sido su testimonio omnipresente el que moldea en un panorama a los protagonistas de la cordillera del Valle del Cauca y la costa del mar Pacífico de este sector.

Manuel Bedoya también es un personaje en Buenaventura y no es sólo por el respeto que le tiene la gente que admira a su hijo, Yuri Buenaventura, el rey de la salsa en Francia, y aunque quizá es antagónico en el libreto de Buenaventura, como Presidente de la Asociación de  pescadores (Anpac), no coincide con los “logros” de la policía ni los “trofeos” de la Alcaldía. "No en vano varios alcaldes han pasado por la cárcel en sus administraciones", comenta. Pero es cierto que aunque ciego, el estado no es invisible. Ahí están los policías, las tropas, los guardacostas en todo el Municipio, aunque la comunidad no identifica ningún avance. “Los matones agreden cada vez más a los pescadores y a los agricultores, por el control del territorio y las aguas para el narcotráfico. Nosotros los identificamos por las armas de largo alcance y los autos lujosos. Sabemos que son Urabeños y sabemos quiénes son, pero si nos atreviéramos a denunciar tendríamos que irnos de aquí o no la contamos”, se estremece y con una risa nerviosa sigue caminando por la pendiente donde en cualquier esquina de esos barrios hay criminales examinando cada paso y cada intruso. Sin embargo, él ahí no es un forastero sino todo lo contrario. La fama de su hijo le permite pasearse por las comunas sin que pase desapercibido, todos se acercan a lisonjear al viejo Manuel que, aunque de piel delgada y cabellera y barba completamente blanca, mantiene la sonrisa de un chiquillo de 12 años.


Buenaventura se camina junto a la música, el currulao o la salsa, junto a lo que el alcalde alevosamente alardea del turismo pero también junto a lo que niega, como jamás haber visto o conocido de la presencia de mexicanos en el puerto por donde la droga se trafica. O la policía que presume sobre la minería ilegal sus 44 capturas y el decomiso de 21 retroexcavadoras. Pero también es inevitable la empatía con los pobladores, con los habitantes, agricultores, mineros artesanales o las señoras que vendían el pescado en ese rincón de “La playita” y han tenido que dejar de vender por la ausencia de clientes, porque ya nadie quiere acercarse a ese mercado desierto, con los locales llenos de polvo, porque el barrio ahora es peligroso y nadie se atreve a aventurarse a donde antes las voces en coro de más de 3 docenas de señoras decían: “Lleve su piagua, su camarón o su jaiba”, o los pescadores que tienen miedo de salir en sus lanchas o las familias que se abrazan rogando que no los saquen de sus hogares aquellos despojadores forajidos que en tormenta llegaron con títulos falsos y las madres rumiando el miedo huyen para evitar que recluten a sus hijos. Son excesivas las aristas de la estampida que abate y deteriora a Buenaventura desechando comunidades y construyendo infraestructura para los actores ilegales.

Los pecados de Kapuscinski

Cómo te extraño Kapuscinski
mi duda se vierte en las extremidades del río 
la ética de mi fuente y mi ética confusas
crean el dogma de una sátira vil e ilusa

Ni Walash, ni Truman, ni Mailer
o Tom Wolf y Hunter Thompson de aliados
llorarán por ti, ninguno de ellos.
Yo tampoco lo niego,
la fortuita espesura de tu prosa en mi lectura
o la memoria que viene masticando tu ego
y aquellos ancianos que te envidiaron
emergen en anaqueles con tu nombre

No llores por mi tampoco Kapuscinski
la penuria de mis versos no llegará a tiempo
esta miseria que escondo bajo la almohada
y los pasos que te siguen son de acuarela
de carencia de sombras y sueños de ébano.

Persistir China, India, Chile, Ghana, Zimbawe,
Tangañica, Brasil, Zanzibar o México es una locura
Insistir en la oficina, los patios, los hijos, la vida de usanza
ver lejos la frontera del vecindario es única vesania.

Allá te veré con tus fantasmas y tu feliz demencia
allá donde tus pecados son el manjar Non-fiction
allá a donde te llevaste a África, Congo y Mozambique
que acá donde los mortales, ya no es secreto,
no existen más.