Estos días la muerte ha rondado mis esquinas cercanas.
No está ahí para entenderse y nunca será algo que por la razón pase.
Sobre todo si se te ha ido tu mayor apego.
Pero insistimos en hacerlo, buscar entender...
No pude evitar el gusto discordante, encontrado con tristeza
de volver a ver a los amigos y familia. Incluso conocí a más familia.
Me causa conflicto pensar que este tipo de reuniones tan completas
sólo suceden dentro de los velatorios.
Las funerarias cuentan muchas historias, son sitios de reencuentro.
De mucha tristeza, de cantidad de abrazos y lágrimas, de conversaciones entrañables.
Todo esto, junto al difunto.
La rutina nos empuja a desolar a nuestros queridos,
a ignorar sus llamadas o invitaciones, a pensar "ya será para la próxima".
Pero ni facebook, ni twiter, ni whatsaap, son los culpables de eso.
Nosotros somos capaces de decidir y salir a beber algo con nuestros vivos,
ahora que están vivos. O de lo contrario,
seguir mandándoles abrazos virtuales (nunca tangibles) por el chat.
Me pregunté también ¿quién asistiría a mi funeral, qué se conversaría,
qué se abrazaría, qué se recordaría?
¿Si yo ahora convoco a una reunión para celebrar mi muerte,
quién vendría? Y ahí estaría yo, presente, viva para compartirlo. Eso es.
Cuando he convocado a celebración por un año más de vida
¿quién ha venido? ni siquiera el 5 por ciento de mis 987 "amigos" de facebook.
Concluir que para poder mirarlos a todos, disfrutarlos y besarlos, debo morir, sería absurdo.
Pero sí podría adelantar mi "celebración de muerte".
Y en un futuro cuando muera, eso será un buen recuerdo.
Finalmente el cuerpo descansa. Las heridas no duelen más y si pensásemos que existe un "más allá" donde nos reunimos todos, el paraíso, entonces, alegría por su descanso. Y alegría en el funeral para celebrar su existencia. No a sufrir por quien ya no sufre.
Una disculpa a mis muertos queridos por no haber pasado más tiempo y convocando a los vivos para hacerlo en vida, antes de que se nos canse el cuerpo y el alma.
No está ahí para entenderse y nunca será algo que por la razón pase.
Sobre todo si se te ha ido tu mayor apego.
Pero insistimos en hacerlo, buscar entender...
No pude evitar el gusto discordante, encontrado con tristeza
de volver a ver a los amigos y familia. Incluso conocí a más familia.
Me causa conflicto pensar que este tipo de reuniones tan completas
sólo suceden dentro de los velatorios.
Las funerarias cuentan muchas historias, son sitios de reencuentro.
De mucha tristeza, de cantidad de abrazos y lágrimas, de conversaciones entrañables.
Todo esto, junto al difunto.
La rutina nos empuja a desolar a nuestros queridos,
a ignorar sus llamadas o invitaciones, a pensar "ya será para la próxima".
Pero ni facebook, ni twiter, ni whatsaap, son los culpables de eso.
Nosotros somos capaces de decidir y salir a beber algo con nuestros vivos,
ahora que están vivos. O de lo contrario,
seguir mandándoles abrazos virtuales (nunca tangibles) por el chat.
Me pregunté también ¿quién asistiría a mi funeral, qué se conversaría,
qué se abrazaría, qué se recordaría?
¿Si yo ahora convoco a una reunión para celebrar mi muerte,
quién vendría? Y ahí estaría yo, presente, viva para compartirlo. Eso es.
Cuando he convocado a celebración por un año más de vida
¿quién ha venido? ni siquiera el 5 por ciento de mis 987 "amigos" de facebook.
Concluir que para poder mirarlos a todos, disfrutarlos y besarlos, debo morir, sería absurdo.
Pero sí podría adelantar mi "celebración de muerte".
Y en un futuro cuando muera, eso será un buen recuerdo.
Finalmente el cuerpo descansa. Las heridas no duelen más y si pensásemos que existe un "más allá" donde nos reunimos todos, el paraíso, entonces, alegría por su descanso. Y alegría en el funeral para celebrar su existencia. No a sufrir por quien ya no sufre.
Una disculpa a mis muertos queridos por no haber pasado más tiempo y convocando a los vivos para hacerlo en vida, antes de que se nos canse el cuerpo y el alma.
Le agradezco la reflexión a mi tía Gaby.
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