martes, 29 de enero de 2013

Frontera


Publicado en:  Liberaradio

(http://www.liberaradio.com/?p=1773)
Diciembre 2012



Surya Lecona Moctezuma

“La última noche que pasé conmigo” escribió Carlos Cortés en su libro Cruz de olvido, y fue el texto que acompañó a los dos periodistas mexicanos en el cruce de la frontera Panamá - Colombia, y es que justo estaban leyendo esas páginas cuando la tormenta engrosó. La lectura parecía indicarles un final próximo. La embarcación era de carga, de dos pisos, muy semejante al viejo barco camaronero de madera que utilizó Forest Gump en el filme. El sonido de las tablas es muy peculiar, se escucha todo el tiempo cuando navegas, de un lado a otro y arrulla a quienes zarpan en él barco. Pero en ese momento el sedante crujido no fue cordial. De todos lados venían los sonidos y con ellos los pequeños tanques de gas se sacudían en cubierta. Comenzaron a caer también los jugos embotellados y las latas de bebida energética. El agua lo mojó todo, gotas saladas que salpicaba el mar y dulces de la lluvia se mezclaron en los pechos descubiertos y las nucas preocupadas de los tripulantes, los  7 marineros que como familia se discutían en soluciones y direcciones.



Dos fueron los objetivos de viajar en un barco carguero a través del archipiélago de San Blas. Conocer la región fue uno de ellos, 80 de las 365 islas de la comarca Kuna Yala están habitadas por los indígenas y el barco carguero tiene la misión de vender víveres a los habitantes. Cuando el barco se acerca a las primeras islas, los Kunas vienen abalanzados hacia esa masa de maderas inertes que sobrevivió a la tormenta y sobremurió en su contenido. Todo se había mojado y se había caído del orden en que estaba. Sin embargo, los Kunas compraron los sacos de cemento mojados y las latas golpeadas.

Los precios son un misterio. Algunos productos superan el cien por ciento de aumento. Son sumas difíciles de comprender, pues, ¿de dónde sacan ellos, los Kunas, la plata para mantener una vida aislada en un archipiélago que necesita un constante transporte y vaivén de productos y servicios?

Los precios incluso de los medicamentos aumentan al ser trasladados a las islas por su conservación y transporte. El incremento varía siempre ya sea por la distancia recorrida desde la costa más cercana, el empaque o por los respectivos impuestos del país o de los productos de importación.


La economía de los Kuna está basada en la agricultura, la pesca y la caza. Los indígenas atraviesan esos mares en sus canoas para llegar a las costas y trabajar sus tierras en los terrenos que bordean en Panamá las playas del mar Caribe. El turismo que se acerca día a día, a pesar del difícil acceso a las playas del archipiélago, es una entrada económica grandiosa para los habitantes de la comarca. Y también el comercio internacional cual ola llega a sus chozas: cocos, cacao y langostas son los productos más importantes de exportación.

Como en un ritual, los marineros comienzan a pasar de mano en mano las cajas de leche, de soda, de azúcar, de jugos, de cerveza, de papas fritas, de vinagre, de detergente y cajas de todo tipo de víveres. Los productos son muy diversos, llevan por ejemplo un congelador donde transportan pollo fresco, frutas  y verduras. Luego de aquella ceremonia de intercambio de productos por dólares, los marineros descansan, se duchan, se relajan y siguen su camino hacia la siguiente isla. Mauricio -el cocinero- va pasando unos platos con un fondo profundo, para llenar sus desmesurados estómagos hambrientos. Los marineros cantan, mueven sus barrigas y desnudan sus pechos, sudan el cansancio y toman un baño con manguera. Los marineros son limpios, amables con los invitados -los clandestinos tripulantes- dos reporteros que tomaron la opción del carguero también por el bajo costo de la única alternativa económica. Por aire y por mar son las únicas dos opciones de cruzar esa frontera. Las razones, desconocidas. El tapón del Darién, tiene una extensión aproximada de 20 mil  kilómetros cuadrados, se esparce a lo largo de la frontera y le da asilo a la guerrilla, al contrabando y al narcotráfico, en una selva que astuta bloquea cualquier camino.



Si uno no tiene 150 dólares para pagar el cruce en avión hasta el puerto Obaldía para sellar el pasaporte en la puerta que atraviesa de centro a sur américa o viceversa, tendrá que probar suerte con los barcos cargueros que recorren en un mínimo de ocho días las islas de los Kuna. Y sin asegurar la llegada al puerto, ya que si los vendedores terminan antes de liquidar sus artículos, ya no llegan a los últimos destinos y regresan a las costas que les surten de electricidad, víveres y productos para volver a zarpar unas semanas más tarde. Sin esa cantidad de dinero, atravesar no está asegurado. Es mucho más sencillo, aunque caro, tomar un vuelo a Colombia donde, desde los cielos, no se divisa esta problemática de fronteras. Y no sólo eso, si el viajero es mexicano o cubano, se ahorra también la adrenalínica aventura de que los militares en el reten de entrada le revisen minuciosamente la ropa sucia o hasta la ropa interior, todo lo examinan.

La fiera del Darien

El narcotráfico es evidente. Las historias pululan pero nadie se atreve a dar nombres ni indicaciones. Sólo se cuentan como ventarrones los sistemas implementados por el comercio ilegal, la ruta del submarinismo, vía aérea y  los contenedores que con anticipación corrompen a la milicia panameña.

Capurganá cede el sello de entrada a Colombia y Turbo da la bienvenida a la posibilidad del transporte terrestre. La última lancha que cruzó a los dos periodistas de Capurganá hasta Turbo pertenece al narcotráfico, dos ciudades ya colombianas que no pueden prescindir de la comunicación marítima. Armas de bajo calibre y cigarrillos de marijuana estaban contenidos en una maleta deportiva. 

Uno de los pasajeros narco-junior, sinaloense, amenazó a los reporteros con un fusil en la espalda baja “y ustedes periodistas, ¿qué andan haciendo por acá?” Ellos, confundidos callaron. No conocían la respuesta a esa pregunta. No comprendían la pregunta tampoco. ¿Cómo sabían de la profesión de los clandestinos tripulantes? Diez eran los navegantes de esa lancha que bajo efectos de la marijuana que consumían los narco-junior, jóvenes, de aproximadamente 27 años, competía con el viento y la corriente. Dos motores que a una velocidad cercana a las diez olas por segundo movían el armatoste, planeaban para luego caer en un golpe seco sobre el mar. El caballo marino iba de un lado a otro como queriendo esparcir en la mar a los pasajeros que se aferraban al esquife. El conductor, también bajo los efectos de la yerba tenía una mirada insaciable y domaba la diminuta embarcación con la adrenalina en las manos, sin despegar la mirada del horizonte, apretando con los puños el volante y la palanca de velocidades.

Al llegar, no a Turbo pero casi, una finca encubierta les recibió. Un paso ilegítimo con un magnetismo extrañísimo en el espacio, una sensación eléctrica, y erizados los vellos de los brazos y el cabello, marcaban un camino zigzagueante entre las grandes piedras submarinas, murallas de piedras submarinas para toda lancha forastera que no conociera la clandestina entrada. Y luego el narco-junior indicó al lanchero “Parce, dejálos en Turbo. No se preocupen muchachos, todo está bien. Ellos los van a llevar a su destino. Nosotros nos despedimos aquí”. Y bajaron con un par de langostas de poco menos de un metro que llevaron como obsequio “al patrón”. Luego de dejar a los furtivos en un muelle oculto, los lancheros sólo evocaron en una ligera amenaza, que si alguien preguntaba la respuesta debía ser que “no los conocían y venían de Santa Marta, no de Capurganá” y partieron en esa lancha, finalmente y luego de dos semanas llegaron, a donde los cajeros, las carreteras, a donde la comida y el descanso.



El sur del caribe está bañado de misterio, barcos de todo tipo, cargueros, lanchas de militares con tambos de gasolina, pescadores, embarcaciones con distintos fines en negocios y comercios, navegan a diario por el archipiélago Kuna, incluso algunos que ondean en el caribe una bandera de franjas horizontales, dos rojas en los extremos y una amarilla en la parte central que fondea unas líneas en forma de suástica, un  pulpo que como símbolo llevan los Kunas como creación del mundo. Un pulpo que a primera vista podría confundir a cualquiera como a José María, viajero español, que ofendido preguntó a los lugareños, por qué en la bandera española dibujaron una suástica. Luego quedó más tranquilo al saber que eso era sólo una coincidencia y que no existe ninguna relación con España ni con el símbolo del nacionalsocialismo.

LA SUIZA CENTROAMERICANA


En algún lugar llamado centroamérica

COSTA RICA, COSTA NICA, COSTA RISUEÑA



Publicado en: Replicante 
(http://revistareplicante.com/costa-rica-costa-nica-costa-risuena/)

Novienbre 2012

Surya Lecona Moctezuma


-          ¡Oye güila, pásate para acá!

Fue el primer comentario que me sorprendió en Costa Rica. Se lo escuché a una madre decir a su hija en el autobús. Y es que después de eso; que los amigos me dijeran güila pendeja, ya no era raro ni ofensivo.

En los precarios o zonas marginales es muy común escuchar la palabra güila para referirse a una muchacha y pendejo o pendeja se le atribuye a alguien quejumbroso, llorón o miedoso.

Las mujeres de Costa Rica, así como las mexicanas, también padecen el machismo. Heredia es una ciudad de la zona centro del país, sus mujeres son el orgullo que destacan los ticos, casi tan cercano a Guadalajara y sus mujeres tapatías. Los ticos Heredianos en el fútbol, son apasionados como los inchas de las Chivas. 

Fuera del estadio de Heredia un policía recomienda:
-        
Puede conseguir entradas con los vendedores externos que están ahí, en todos lados. Sugiere. Nunca en las taquillas.


Y no es sólo la ambición de los revendedores por doblar o triplicar ganancias, de la mano de una cínica invitación del aparato de corrupción policiaca como sucede en México. En este caso  es distinto.


– Entonces, ¿Heredia juega el domingo?
– Bueno, sólo si pagan la luz. Impotente se queja la cocinera del bar Casa Azul en Heredia.

Los jugadores heredianos, llevan dos meses sin recibir su salario, el resultado de la venta de los boletos es para sustentar un poco los ausentes ingresos. El club se encuentra en estado crítico. Según La Nación, periódico local, el mismo día que los heredianos supieron que eran el mejor club de Centroamérica en seguimiento al ranking que realiza la Federación Internacional de Historia y Estadística del Futbol, esa misma tarde les cerraron el estadio Eladio Rosabal por deudas con la Caja de Seguro Social, atraso del pago de la póliza de riesgos de trabajo y con la Empresa de Servicios Públicos de Heredia.

Los heredianos aficionados que se presentaron al partido contra el Saprisa el pasado 13 de octubre, bramaban insultos hacia el dueño del equipo y hacia Vergara también. ¿Vergara? ¡Sí, el mismo de las Chivas! Y es que hasta hace un año Jorge Carlos Vergara Madrigal fue el dueño del equipo Saprisa y es evidente la rivalidad futbolera, el recelo y el resentimiento contra el futbol mexicano por parte de los pamboleros costarrisibles diría Carlos Cortés en sus novelas o costarrisueños que acuña en alegoría Pablo Pérez-Cano periodista mexicano.

El futbol va a todos lados. León XIII es un precario o colonia marginal caracterizado por la violencia y delincuencia, donde también los jóvenes son pamboleros y juegan a la mejenga o futbol calle, mientras otros fabrican sus armas caseras o chizas. Es característico el corte de cabello de mohicano, los tatuajes y los piercings.

En común con México, también está presente el tema de la migración. La migración nicaragüense, colombiana y dominicana en Costa Rica, se ve sobre todo en estas zonas precarias.   La mayoría de los migrantes son nicas de Nicaragua y la discriminación y la xenofobia están presentes en todo el país. El orgullo tico es quizá la consecuencia de que en la historia la convivencia de etnias fue escasa. La población indígena es casi nula, sólo el uno por ciento, al igual que chinos, y otras razas, luego el 3 por ciento de población negra y 94 por ciento de blancos y mestizos.

En situación de calle puede encontrarse el fenómeno de la aldea global de Hitler, muchas nacionalidades comparten las banquetas. Y a pesar de que la causa es multifactorial, de amplia relevancia es el salario mínimo, el poder adquisitivo y el costo de la renta para una vivienda. Actualmente el salario en promedio que recibe una empleada doméstica es de 250 dólares, la renta de un cuarto puede encontrarse en 150 dólares. Pero el poder adquisitivo deshace por completo esa armonía.

-         Vaya a pedirle a San Pedro o a su abuela que lo acojan. Aquí no queremos más indigentes.

Desgañita un policía de la Fuerza Pública de mirada fascista, golpeando un local de metal, dirigiéndose a doña Virginia Araya y a su hijo Álvaro Fuentes que descansan cubriendo su salud del frío con cartones. 

Llegaron de Alajuela para ir al hospital a que atendieran a Virginia un padecimiento en las piernas llamado flebitis, que la mantiene en silla de ruedas a sus 65 años. Sus manos tiemblan y en su piel fría se siente el nerviosismo que expresa su voz cortada. Trata de explicar que querían descansar, cuando la golpearon en la cabeza. Un guardia del banco en la calle central les dijo que no podían quedarse en ese techo luego de que con el tolete golpeó sobre el cartón. Y por eso se movieron de banqueta con sus hogares improvisados.

Virginia Araya Noviembre 2012


CostaNica es un país muy variado, aspira a una ciudad europea, pero también impregnada de culturas que los migrantes latinos han importado. En algunos locales, por ejemplo,  hay tiendas colombianas donde destaca un letrero “Jeans levanta colas” y tienen tallas y modelos muy amplios. O el arrastre de las erres es tan peculiar de un tico del Valle Central que los hace sentirse orgullosos. Se ha justificado que fue la deficiencia que tuvo la educación primaria y la ausencia del “rápido corren los carros del ferrocarril” que sí enseñan en España y México, pero el constante paso de migrantes también pudo colaborar en este deslizamiento sensual de la erre al hablar y el enriquecimiento de la gastronomía, la cultura y el trabajo que han desempeñado los migrantes y que mantienen a Costa Rica como un país erguido en medio del continente americano.

lunes, 28 de enero de 2013

Cielos perdidos de hogaño

Perder un vuelo seduce el grito de un niño, lo potencializa en el estómago cuando el itinerario ya es sagrado. 

Los infinitos requisitos para abordar un avión conspiran para asegurar las ataduras, las anclas y los apegos que se  quedan en el aire. 

Un grito de júbilo, una pifia en los cálculos, un entrañable suspiro por el cumpleaños, un abrazo y el bosquejo de un propósito truncado

Luego todo se concreta y al cielo se le va apagando lo escarlata  y cae entonces el astro color mármol abrazando las incertidumbres de mortales... carcajadas y deliro alrededor de los borrachos segundos, embelesados, morfinómanos...