Dubai es una ciudad con
múltiples realidades y diversas nacionalidades, llena de reinos y
palacios ficticios. Aunque los lujos son evidentes, toda la elegancia
que ufana la ciudad, no existía hace 20 años. Es un paraíso
artificial que se construyó con una extrema rapidez. Millonarios de
todas partes del mundo, han labrado aquí sus más fantásticos
sueños gastando y utilizando lo inimaginable.
Pero,
¿quiénes fueron los hombres que levantaron estas colosales hileras
de concreto, qué dioses crearon estos paraísos?
LOS HOMBRES QUE CONSTRUYERON DUBAI
Desde casi cualquier
comisura de la ciudad de Dubai, Emiratos Árabes, un alfiler de 828
metros de altura (163 pisos), es casi palpable al alzar la vista. La
mayor parte del tiempo, la arena en el ambiente revela a la ciudad en
una postal borrosa. Esta torre llamada Burj Khalifa, fue inagurada en
el 2010 y es el edificio más alto, hasta hoy, construído por el
hombre, ningún dios intervino en esa obra.
El Burj Khalifa alberga,
un mall laberíntico, cuartos de hotel, restaurantes e incluso un
zoológico submarino con más de 33 mil especies marinas que habitan
en un acuario de 10 millones de litros de agua, así como esta fina
edificación, un ejército de rascacielos se levanta en la arenosa
ciudad de Dubai. Erguidas hacia el infinito, algunas construcciones
más elegantes que otras, curvas, torcidas, ladeadas, de todo tipo,
que parecen competir por el premio a la mayor altura, un edén para
los arquitectos contemporáneos.
El Mall of the Emirates,
el segundo más grande del mundo, alberga en su “arquitectura de no
lugar”, un sí lugar. Una plataforma de ski, con tirolesa,
funicular, deslizadores de nieve y hasta pingüinos, dentro se lee en
un cuadro digital -4° Celsius. Afuera desde una ventana en un
restaurante los comensales observan la temperatura de Dubai en sus
teléfonos inteligentes: 43° Celsius.
Hoy es Ramadán, son las
12 del día y por ley de la monarquía que precede el Jeque Mohamed
Bin Rashid Al Maktum, se ayuna. El metro y la mayoría de los sitios
se refrescan con aire artificial. La temperatura en las calles es de
43° Celsius, sin embargo, es sólo en las calles que el abrigo es
enemigo del cuerpo humano.
Afuera de la estación
Dubai Mall, una veintena de trabajadores de una construcción se
plasman en el cristal como un cuadro, del otro lado la gente camina
sus rutinas sin dar una mirada al cuadro en el que los empleados
descansan un poco a la hora más crítica del sol. Algunos se
refrescan la boca con agua y escupen, no tienen permitido tragar por
causa del Ramadan. Si alguien es sorprendido podría ir a la carcel y
perder su trabajo. Una paranoia de la monarquía convierte a Dubai en
una de las ciudades con menos índice de robos en el mundo.
El oro y los diamantes que adornan a
algunos cuerpos humanos se desplazan en lujosos automóviles, las
realidades de Dubai son muy contrastantes, y las diversas
nacionalidades extranjeras que se asentaron en la Ciudad son la
mayoría, pero el sudor de los dioses que construyeron este paraíso
artificial, es invisible, parece evaporarse al caminar del tiempo.
Electricistas, constructores, emlpeados
de limpieza, cocineros y la mayoría de los trabajadores de los
servicios básicos viven en ghettos fuera de la ciudad o a las
orillas de ella.
A uno de los labour camp le han
llamado Sonapur y está posado a pocos kilómetros de la última
estación del metro Etisalat, desde ahí, Dubai se ve distinto, como
un oasis detrás de un desierto.
“Dubai city builders, labour camp”
se lee a la entrada del edificio en el que habita parte de la mano de
obra proveniente de Nepal, algunos de ellos también son
electricistas. Cuentan que deben ingeniárselas para no pasar calor
por la noche, algunos de ellos mantienen un balde de agua junto a sus
colchones. Afuera de los cuartos se amontona el calzado de los
moradores de cada habitación, en el primer cuarto con cuatro
literas, viven 12 hombres de edades desde los 16 hasta los 56 años.
Surya Lecona Moctezuma
Publicado el 13 de septiembre originalmente en: Spleen! Journal