...Hubo de todo nuevamente, artistas, intelectuales, consignas, disfraces. Hasta revoltosos, porros coléricos que atravesaban el contingente gritando calumnias e insultos contra los manifestantes que, no obstante el atrevimiento, la presuntuosa alevosía y provocación; la gente ignoró y resignando todos su tristeza, respondieron dándo al infiltrado una flor o un beso. Lo abrazaban, lo besaban mientras el continuaba sus insultos.
Los Niños en la marcha
Niños conscientes, revolucionarios y acarreados. Niños que van de la mano de sus padres a protestar por las calles de la Ciudad de México. Niños que salen, gritan y escupen la impotencia, dejándola en los caminos de asfalto.
Todos ellos de la manos de sus padres, sus mecenas. Pequeños que reciben el mensaje sin entender a la perfección el contexto. Se unen a las consignas de sus padres, a la marcha de sus padres y a los estampados, las camisas y los carteles de sus padres. Y piensan, y preguntan, y se cuestionan. Pero aprenden lo más importante. A no callar, a no apagar la voz de sus ideales.
Todos ellos de la manos de sus padres, sus mecenas. Pequeños que reciben el mensaje sin entender a la perfección el contexto. Se unen a las consignas de sus padres, a la marcha de sus padres y a los estampados, las camisas y los carteles de sus padres. Y piensan, y preguntan, y se cuestionan. Pero aprenden lo más importante. A no callar, a no apagar la voz de sus ideales.
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